Patrimonio humano

Publicado: 25/03/24
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Roles típicos en el Valle de Aconcagua

El patrimonio humano de nuestro Valle se ha conformado con el aporte histórico de indígenas y españoles, así como el de una gran cantidad de inmigrantes procedentes de otros puntos del país.
La organización que nuestro pueblo se ha dado para realizar las actividades económicas y solucionar sus problemas de subsistencia cotidiana, ha generado estilos y personajes que caracterizan al habitante del valle de Aconcagua. (Corporación Pro O'Higgins,2001)

El minero, hombre de trabajo rudo. Tenemos al pequeño minero que, a punta de esfuerzo, va haciendo hoyos en la tierra para extraer el esquivo mineral. De origen humilde y campesino, su vida está entregada al azar y a un golpe de suerte que le permita llegar a una veta para poder descansar.

El pirquinero o minero de la montaña, aquel que es parte del engranaje de la mayor y más importante actividad económica del país. A principios del siglo pasado esta actividad convocó a miles de personas, de distintas zonas del país y del extranjero, que se quedaron en el Valle.

El campesino, hombre y mujer que, conocedor de los ciclos de la naturaleza, ha acumulado sabiduría y conocimientos con el paso del tiempo, transmitiéndolos a las generaciones más jóvenes. Personaje sufrido y rudo en su labor de labrador.
Apegado a sus costumbres ancestrales.

El arriero, con raíces campesinas, vive en torno al ciclo de vida de su ganado que lo lleva a emprender viaje en el período estival a las primeras estribaciones de la Cordillera de Los Andes. Su labor es guiar el ganado (bovino y caprino) por la montaña, donde lo deja pastar. Conocedor profundo de los pasos y recovecos cordilleranos.

El hombre y la mujer de la ciudad de nuestro Valle tienen características muy similares a los habitantes de cualquier ciudad del país. Sin embargo, el espacio en que viven, generalmente ciudades pequeñas de no más de 60 mil habitantes, los transforma en protagonistas de un estilo de vida más próximo a los valores tradicionales surgidos del mundo rural. Las dimensiones de nuestras ciudades están a una escala más humana, y no gigantesca como las grandes ciudades. Esto permite que sus habitantes desarrollen una convivencia con características más cercanas a las de pueblo. El ritmo de vida de sus habitantes todavía es más lento que el de las grandes urbes.

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