Los primeros pobladores de lo que hoy es el territorio chileno, cuya llegada se sugiere no antes del 10.650 a.C., cubren en forma segmentada todo el espacio definido. Durante el período posglacial, se desarrollaron múltiples y densas poblaciones con un recorrido muy poco conocido. Fueron los primeros en adaptarse a la naturaleza y en convivir con sus fenómenos, evaluando los lugares más aptos para su desarrollo.
Durante el pleistoceno - entre los años 26.000 y 10.000 a.C.- las condiciones climáticas en el Valle eran muy distintas a las de hoy. El frío, la humedad y una escasa evaporación, favorecieron la existencia de lagos y extensos bosques compuestos por especies como robles, coigües y lengas, propios de ecosistemas australes.
Las especies animales que habitaban este paisaje eran diversas. Existía una megafauna compuesta por mastodontes o elefantes americanos, ciervos de los pantanos, caballos americanos, y depredadores como el milodón o tigre dientes de sable. Y otras especies pequeñas como zorros, coipos, roedores, ranas, peces y aves acuáticas.
El calentamiento global que experimentó la Tierra aproximadamente unos 9.000 años a.C., provocó una disminución de los recursos alimenticios para los grandes herbívoros, ya que las altas temperaturas hicieron desaparecer una gran cantidad de especies vegetales. Para lograr sobrevivir, estas especies animales, tuvieron que concentrarse en las orillas pantanosas que dejaron las lagunas al disminuir de tamaño. Este hecho los dejó expuestos ante los cazadores, quienes aprovecharon su fragilidad y sobreexposición para intensificar la caza, contribuyendo de este modo al exterminio de la fauna pleistocénica.
Si bien en el Valle de Aconcagua no se han encontrado evidencias materiales de la existencia humana en este período (Paleoindio), esto no indica que no haya sido habitado por humanos. Quizás, en un futuro no muy lejano, podamos encontrar evidencias materiales que den cuenta de esto.